La capital de China, Pekín, fue elegida por el Comité Olímpico Internacional como la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022, en una cerrada votación donde la ciudad superó por tan sólo cuatro votos a Almaty, la ciudad más poblada de Kazajastán, en un marcador de 44 - 40, con una abstención.
La decisión implica que Pekín será la primera ciudad del mundo en alojar los juegos olímpicos tanto de invierno como de verano, además de romper un record al volver a recibir el máximo evento deportivo tan sólo catorce años después de organizar los de 2008.
El voto también implica que el lejano oriente celebrará tres olimpiadas consecutivas, toda vez que Corea del Sur alojará los de 2018 y Japón los de 2020.
Si bien la decisión no era sencilla, y diversos problemas llevaron a que el COI quedara reducido a elegir entre dos ciudades asiáticas con un mal record respecto a derechos humanos, al poco de conocerse la decisión quedó la sensación de que los miembros del comité tomaron la peor decisión posible.
Para empezar la ciudad de Pekín no tiene nieve, por lo que llevar ahí una olimpiada de invierno ya es una decisión curiosa. Los chinos tendrán que llevar a cabo enormes obras de infraestructura para ser capaces de alojar todos los eventos, entre los cuales destaca un tren de alta velocidad para llevar a los atletas a Yanqing y Zhangjiakou, dos ciudades industriales a más de 100 kilómetros de la capital donde están las montañas que permitirán celebrar las pruebas de esquí alpino y cross country. La construcción de este tren será una inversión millonaria, que mucho recuerda a la que tuvo que hacer Rusia para su olimpiada de Sochi, y cuyos costos hicieron de unos juegos en teoría modestos, uno de los eventos deportivos más caros de la historia. Esta situación fue la que causó que muchos legítimos competidores como Estocolmo, Cracovia u Oslo se retiraran de la carrera por albergar esta olimpiada. En vez de demostrar que era posible volver a una olimpiada que no provocara la quiebra de la economía de las ciudades que la albergan, el COI volvió a apostar por gastos excesivos.
La nieve para realizar las competencias no existe ni siquiera en las sedes de montaña, por lo cual China ya tiene un plan para recurrir a nieve artificial. Si bien esto es algo que ocurre cada vez con más frecuencia, conforme el cambio climático que los gobiernos del mundo se niegan a detener sigue causando estragos ambientales, el apostar por una sede sin nieve cuando Kazajastán tiene una enorme cantidad de montañas nevadas aparece como una decisión polémica. China comprometerá el agua de muchos ríos y acuíferos para fabricar esta nieve artificial, dando un uso poco ideal a un recurso tan valioso.
La decisión es más incomprensible al considerar la apuesta que el COI había hecho por la agenda 2020, un proyecto con más de cien puntos que promovía una olimpiada sustentable, Almaty, con el 60% de los estadios ya construidos y el 20% en proceso de desarrollo para la universiada de invierno que van a celebrar en dos años, era una elección totalmente acorde con los principios de recorte de costos promovidos por el COI, pues todas sus sedes iban a estar en un radio de menos de 30 kilómetros. Iba a ser la primera vez desde 1992 donde un espectador iba a ser capaz de presenciar un evento de montaña por la mañana y uno bajo techo en la noche, pues las sedes estaban a distancias humanas. La votación de hoy muestra que el Comité le dio la espalda a sus propios postulados, y de nuevo la sombra de los problemas de Atenas y Sochi caen sobre las ciudades que en estos momentos empiezan el proceso para celebrar la olimpiada de 2024. Darle la sede a Almaty hubiera probado que, efectivamente, la olimpiada se iba a convertir en un evento que muchas ciudades tendrían la capacidad de celebrar sin comprometer su futuro.
Si bien Pekín quiso presumir que se sumaba a esta agenda con el reuso de sedes de 2008, esto queda muy entrecomillado por el resto de los costos, y porque aún estos estadios construidos tienen que pasar por remodelaciones para convertir lo que fue una piscina en una pista de hielo.
En materia de derechos humanos, la cosa también pinta mal, pues si bien Kazajastán es una nación dirigida por un dictador y sin ninguna libertad de prensa, la situación en China es igual. En este caso sólo había una pequeña y fundamental diferencia. La situación ya era mala en China cuando recibieron la sede en 2008, ahí mismo prometieron que la situación de derechos humanos mejoraría, y todo fue una gran mentira. Desde 2008 la cosa en China ha ido a peor. La represión a disidentes va en aumento, el silencio a minorías que buscan la independencia en Tibet y Turkestán Oriental continúa a través de lo que ha sido un genocidio cultural y la libertad de expresión no existe cuando incluso el acceso a internet es controlado.
China ya mintió al COI, y pretender que una olimpiada es el camino para poner en el ojo de la opinión pública estos problemas y ayudar a resolverlos una falacia, pues si no ocurrió la primera vez, tampoco lo hará una segunda. En Kazajastán por lo menos se tenía la esperanza de que en ese caso, los cambios prometidos en aspectos humanos si fueran una realidad.
Ambientalmente Pekín también se comprometió a reducir la contaminación en 2008, y presumieron a todo pulmón un cordón de árboles en las afueras de la ciudad para mejorar su aire, pero igualmente estas fueron medidas paliativas a corto plazo, y una vez pasada la olimpiada, las olvidaron. Hoy Pekín sigue siendo una ciudad tremendamente contaminada y sin ninguna intención de mejorar fuera de las promesas vacías que ya conocemos. La capa de neblumo que cubre la ciudad es una amenaza para los atletas.
Todo esto no importó. 44 miembros del COI, se fueron a la apuesta segura, y es que no cabe duda de que Kazajastán era un riesgo, por su poca experiencia, además de ser una nación relativamente desconocida. Un mercado de 300 millones de personas, y la seguridad de que el deporte que llegue a nuestras pantallas de televisión será espectacular, pues el gobierno chino sin duda cumplirá aunque tenga que recurrir a miles de trabajadores en condiciones inhumanas como ya hicieron en 2008, llevaron a decidirse por una olimpiada que por detrás deja un muy mal sabor de boca, y que renuncia a la posibilidad de traer los juegos a una nueva visión humana del olimpismo.
Lástima.